La serenidad
En la serenidad todo está quieto, todo
sonido y todo movimiento enmudece.
Lo insondable, lo último no tienen
sonido.
Dado que en él todo lo que ingresa acaba,
los portales de lo profundo permanecen abiertos.
En él se sumerge todo aquello que quería
más que estar.
En la serenidad terminan las preguntas,
también todo dolor que solloza.
Incluso la vida y la muerte.
En ella estamos en otra dimensión.
Todo lo sereno es quieto, infinitamente
quieto, y así es la medida sin medida de su profundidad.
¿Cómo podemos comprenderla?
Es porque esa comprensión proviene
desde su centro mismo.
Nada se mueve.
Toda vibración le quita su
profundidad.
Al igual que la quietud, también
ella sólo existe.
¿Cómo podemos nombrarla entonces?
Los sonidos están ausentes. Todo
aquello que se vuelve sereno, se torna pleno. No se puede agregarle nada. En la
plenitud todo está completo.
¿Cómo se refleja la serenidad en
nuestra vida?
La serenidad sana.
En ella nadie ni nada vibra, sino
como fue creado por la Fuente.
No hay nada al que le falte algo. En ella todo
se disuelve.
La serenidad nos lleva a la contemplación,
a la contemplación pura sin sombras.
¿Cómo respondemos a todo aquel que
quiere algo?
Con serenidad, en quietud
centrada.
Todo callará frente a nuestra
serenidad y también se tornará quieto.
Con esa serenidad profunda
traspasamos los velos de la muerte,
Calladamente, en quietud total.
Esa serenidad perdura más allá del
Infinito.
Tabby
14/7/14
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