Ceres era hija de Saturno y Ops, madre de Proserpina,
hermana de Juno, Vesta, Neptuno, Plutón y Júpiter. Enseñó a los humanos el arte
de cultivar la tierra, de sembrar, recoger el trigo y elaborar pan, lo que hizo
que fuese considerada diosa de la agricultura. Su hermano Júpiter, prendado de
su belleza, engendró con ella a Proserpina (asimilada a Perséfone en la
mitología griega). También Neptuno se enamoró de ella, y para escapar de éste
Ceres se transformó en yegua, pero el dios se dio cuenta y se transformó a su
vez en caballo, siendo así Ceres madre del caballo Arión.
Ceres era también la patrona de Enna (Sicilia). Según la
leyenda, rogó a Júpiter que Sicilia fuese ubicada en los cielos. El resultado,
debido a que la isla tiene forma triangular, fue la constelación Triangulum,
uno de cuyos nombre antiguos fue «Sicilia».
Tenía doce dioses menores que la ayudaban y estaban a cargo
de los aspectos específicos de la agricultura: Vervactor, que transforma la
tierra en barbecho; Reparator, que la prepara; Imporcitor (del latín imporcare,
‘hacer surcos’), que la ara en anchos surcos; Insitor, que siembra; Obarator,
que ara la superficie; Occator, que la escarifica; Sarritor, que la escarda;
Subruncinator, que la clarea; Messor, que cosecha; Conuector, que transporta lo
cosechado; Conditor, que lo almacena; y Promitor, que lo distribuye.
Ceres se representa habitualmente con el aspecto de una
mujer hermosa, de estatura majestuosa y de tez coloreada, con la mirada
lánguida y el cabello rubio cayendo en desorden sobre sus hombros.
Además de una corona de espigas de trigo, lleva una diadema
muy alta. A veces está coronada con una guirnalda de espigas o amapolas,
símbolo de la fecundidad. Tiene unos pechos grandes y porta un haz de espigas
en la mano derecha y una antorcha encendida en la izquierda. Su túnica le llega
hasta los pies, y a menudo lleva un velo echado hacia atrás. A veces le dan un
cetro o una hoz: dos pequeños niños, pegados a su seno y llevando cada uno un
cuerno de la abundancia, señalan suficientemente a la nodriza del género
humano. Lleva un paño de color amarillo, el color del trigo maduro.
Los habitantes de Sicilia, vecinos del volcán Etna,
conmemoraban anualmente la salida de Ceres a sus largos viajes corriendo por la
noche con antorchas encendidas y dando grandes gritos.
En Grecia eran numerosas las Demetrias, fiestas de Deméter,
la diosa equivalente a Ceres. Los más curiosos eran indudablemente aquellos en
los que los seguidores de la diosa se fustigaban unos a otros con látigos
hechos de corteza de árboles. Atenas tenía dos fiestas solemnes en honor de
Démeter: una llamada Eleusinia y otra, Tesmoforia. Se decía que fueron
instituidas por Triptólemo. Se sacrificaban cerdos, debido a los daños que
causaban a los frutos de la tierra, y se hacían libaciones de vino dulce.
Los romanos adoptaron a Ceres en 496 a. C. durante una
devastadora hambruna, cuando los Libros Sibilinos aconsejaron la adopción de su
equivalente griega Deméter, junto con Perséfone y Yaco (mediador entre las
diosas eleusinas y Dioniso). Ceres era personificada y honrada por las mujeres
con rituales secretos en las fiestas de Ambarvalia, celebradas en mayo con
procesiones en las que las romanas vestían el blanco propio de los hombres,
quienes eran simples espectadores. Se creía que estas fiestas, para agradar a
la diosa, no debían ser celebradas por gente de luto, razón por la que no se
celebraron el año de la batalla de Cannas.
Se erigió un templo a Ceres en el monte Aventino de Roma. Su
principal festividad era la Cerealias o Ludi Ceriales (‘juegos de Ceres’),
instituidos el siglo III a. C. y celebrados anualmente del 12 al 19 de abril.
El culto a Ceres pasó a estar especialmente relacionado con las clases
plebeyas, que dominaban el comercio de grano. Se sabe poco de los rituales de
este culto, siendo una de las pocas costumbres que fueron registradas la
peculiar práctica de atar ascuas ardiendo a las colas de zorros que entonces se
soltaban en el Circo Máximo.
Además del cerdo, la cerda o la jabalina, Ceres admitía
también el carnero como sacrificio. En sus festividades, las guirnaldas usadas
eran de mirto o narciso, pero las flores estaban prohibidas, porque fue
recogiendo flores como Proserpina fue raptada por Plutón. Únicamente le estaba
consagrada la amapola, no sólo porque crece entre el trigo sino también porque
Júpiter se la hizo comer para provocarle sueño y así alguna tregua a su dolor.
En Creta, Sicilia, Lacedemonia y varias otras ciudades del
Peloponeso se celebraban periódicamente los misterios eleusinos o misterios de
Ceres, celebrados en la ciudad de Eleusis. De aquí pasaron en Roma, donde
subsistieron hasta el reinado de Teodosio. Estos misterios se dividían en grandes
y pequeños. Los pequeños eran una preparación a los grandes que se celebraban
cerca de Atenas, en la ribera del Iliso. Conferían una especie de noviciado.
Tras un determinado plazo de tiempo más o menos largo, se iniciaba al
principiante a los grandes misterios, en el templo de Eleusis. Las fiestas de
Eleusis duraban nueve días, cada año, en el mes de septiembre, días en los que
se cerraban los tribunales. Los atenienses hacían iniciar a sus hijos en los
misterios eleusinos desde la cuna. Estaba prohibido, incluso a las mujeres,
hacerse conducir al templo en coche o en carro. Los iniciados se consideraban
bajo la tutela y la protección de Ceres, por lo que se esperaba de ellos una
felicidad sin límites.
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