Leyendas de mi
ciudad
El gigante de Once
que salva vidas
Según cuenta una historia de larga data, por
las calles de Once vaga un personaje de casi tres metros de altura que cuida a
los habitantes del barrio. Este gigante "bonachón" ha salvado a
víctimas de choques y ha espantado a más de un malhechor, o al menos esto es lo
que narran los vecinos de Balvanera que confían en su presencia protectora.
Algunos afirman que este ser es el mismísimo Golem, un
hombre artificial creado en el siglo XVI por un rabino de Praga, llamado Judah
Loew ben Bezabel. Si bien la historia oficial habla de un solo Golem, otros
afirman que Bezabel creó trece de estos humanoides de arcilla y que uno de
ellos llegó a Buenos Aires, de la mano de un rabino, con los inmigrantes
judíos.
De allí en
más, la historia se bifurca en varias versiones: algunos cuentan que antes de
morir el rabino encerró al gigante en una habitación a la que nadie puede
entrar, que estaría en el anexo de un hospital, en Caballito. Otros creen que
vive en un callejón oculto, que podría ser el pasaje Colombo o el Victoria. De
una u otra forma, hay vecinos que aseguran que el gigante le salvó la vida a
más de uno.
Dulce venganza
arquitectónica
Esta es la historia de dos familias enfrentadas que dejó sus
huellas en Retiro. Los Anchorena, que vivían en el actual Palacio San Martín
con 150 sirvientes. Y los Kavanagh, adinerados, aunque no patricios. Hacia 1920
los Anchorena construyen la iglesia del Santísimo Sacramento como futuro
sepulcro familiar. Cuenta la leyenda que uno de los Anchorena se enamoró
perdidamente de una Kavanagh, aunque el romance no fue aprobado por su familia.
Corina Kavanagh decidió una venganza arquitectónica: en Florida y San Martín,
ordenó la construcción de un edificio cuyo único requisito era que impidiera la
vista desde el palacio Anchorena a la iglesia, objetivo que aún cumple el
edificio Kavanagh. "Incluso, si alguien quiere mirar de frente la actual
basílica del Santísimo Sacramento, debe pararse en el pasaje "Corina
Kavanagh", relata Eduardo Lazzari, presidente de la Junta de Estudios
Históricos del Buen Ayre.
Ajos contra el
enano vampiro
Se trata de uno de los relatos más
fascinantes del libro “Buenos Aires es leyenda”. Tiene como protagonista a
Belek, un enano que llegó a Buenos Aires con el Circo de los Zares a fines de
los 70. Belek, que provenía de la zona de los Cárpatos –como el conde Drácula–,
fue expulsado luego de que el dueño del circo, Boris Loff, el Hombre Bala y la
Mujer Barbuda lo encontraran prendido al cuello de Vera, una mono tití.
Pero el mito de Belek, el enano vampiro, apenas comienza
allí.
El verdadero horror
se desató cuando se refugió en una casa semiabandonada del Bajo Flores y los
gatos del barrio comenzaron a desaparecer misteriosamente. La leyenda cuenta
que la gente protegió sus casas con ristras de ajo y todos llevaban crucifijos
por miedo a sus ataques. Una noche de invierno, los hombres del barrio cazaron
al enano vampiro con la red de un arco de fútbol, cerca de la estación Flores,
pero se les escapó. Aseguran que aún vive en el cementerio de Flores y sigue
haciendo de las suyas.
El castillo de los
amantes trágicos
En
Campana al 3200, cerca de las vías, se alza el enigmático “Castillo de los
Bichos”, llamado así por las molduras con formas de animales. A principios del
siglo XX perteneció a la familia italiana Giordano. Lucía, la única hija,
conoció a un violinista, Angel Lemos y el romance no tardó en surgir. Se
casaron el 1° de abril de 1911 y cientos de invitados disfrutaron del banquete.
Hacia la madrugada,
la pareja advirtió que el auto que los debía trasladar no estaba en la puerta,
sino unos pasos más allá de la casona, cruzando las vías: un detalle que se
convirtió en tragedia, ya que un tren los arrolló. Isabelino Espinosa, de la
Junta de Estudios Históricos de Villa del Parque, cuenta que los ocasionales
ocupantes de la casona salían despavoridos, asustados por los gritos
desgarradores de una joven mujer y un violinista.
Se buscan los ojos
de un hombre
Por los vagones de la
línea Mitre deambulaba un hombre sin párpados.
Según dicen, siempre
subía o bajaba del tren en la Estación Coghlan y murió en circunstancias de lo
más raras. Para algunos, contrajo una terrible infección en los ojos. Para
otros fue víctima de un accidente o, peor aún, se suicidó arrojándose a las
vías. Barrantes y Coviello cuentan que, cuando investigaron este mito, les
llamó la atención encontrar que de las ocho personas que estaban en el andén,
seis de ellas miraban los rieles, como si estuvieran buscando los ojos del
hombre sin párpados, a los que algunos les atribuyen poderes.
Joven y bella, Felicitas se casó en
1862 con Martín de Alzaga, un hombre mayor y acaudalado. Al año siguiente, y
después de perder a su único hijo, Felicitas quedó viuda. Tenía apenas 26 años,
una de las fortunas más grandes de la Ciudad y muchos pretendientes. Uno de
ellos, Enrique Ocampo, supo que un rival, el estanciero Samuel Sáenz Valiente,
era el verdadero amor de la dama. Enfermo de celos, Ocampo le disparó a
Felicitas un tiro por la espalda y al instante se suicidó. Los Guerrero
mandaron construir en homenaje a su hija una capilla. Está en Isabel La
Católica, entre Pinzón y Brandsen.
“Es una historia trágica de amor que dio lugar a muchos
mitos”, cuenta Diego Ziggioto, a cargo de la empresa Horizontes que realiza
circuitos turísticos no convencionales. Los vecinos dicen que cada 30 de enero,
fecha de su muerte, aparece el fantasma de Felicitas, que vaga ensangrentado.
“Muchas
mujeres cuelgan cintitas de la reja, porque si uno se agarra fuerte conseguirá
el amor de su vida, y si ya lo tiene, lo conservará. Es una de las historias
preferidas por las chicas, que corren a agarrarse de las rejas apenas la
escuchan”, dice el guía.
Cuando el Borda se
llenaba de luz
Solaris, el ser de otro planeta que
llegó al Hospital José T. Borda e iluminó a los internos con sus fiestas
energéticas” también alimenta los mitos porteños. Durante su estadía en el
neuropsiquiátrico, Solaris –a quien describen como alguien delgado, de ojos
grandes, muy blanco y completamente lampiño– se reunía con alrededor de 50
internos para recitar un mantra. Durante el rito, los testigos afirman que
parecía iluminarse.
Si bien los médicos tienen argumentos para explicar este
caso, hay hechos oscuros.
Aparentemente, Solaris –quién desapareció un 25 de
diciembre– dejó escritos indescifrables que, a pesar de ello, tienen coherencia
interna.
Además, cuentan que el grupo sanguíneo de este
hombre que decía ser un alien no encaja con ningún patrón conocido.
Así como el Lago Ness de Escocia tiene su propio monstruo y
el Nahuel Huapi esconde al suyo, algunos aseguran que en la Reserva Ecológica
Costanera Sur también habita un animal misterioso, mitad rata, mitad perro, apodado
“Reservito”.
Una de las hipótesis que se barajan afirma que los
reiterados incendios que azotan a la Reserva son producidos intencionalmente
con el objetivo de liquidar a Reservito, que en más de una ocasión atacó a
algún desprevenido.
“Si la gente cree, el mito existe. A veces son historias inverosímiles, pero las creemos igual, yo incluido –dice Víctor Coviello–. Cuando paso por la Reserva Ecológica no puedo evitar pensar a ver si mi ataca el bicho ése”.
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