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Semillas de meditación 2


El vaivén

La vida oscila hacia un lado y hacia el otro.

Cuanto más avanza hacia un lado, tanto más va hacia el otro.

De esa manera su oscilación nos equilibra.

Para que la vida continúe en movimiento, necesita un impulso, una idea.

Si detenemos un impulso, detenemos también la oscilación hacia el otro lado.

Sin embargo, es suficiente detener uno solo, para cristalizarnos en el tiempo.

La oscilación de la vida es una desviación del centro, independientemente del lado hacia el cual vaya.

Todo vaivén se ha movido de manera equidistante de su centro haciéndonos crecer.

En el centro, la oscilación hacia ambos lados se acaba por un instante.

En el centro el avance queda, se detiene.

¿Finalmente, qué logramos con este pendular, con esta oscilación?

¿Acaso al final cada ciclo no retorna al centro?

¿Qué queda de su huida del centro? La búsqueda de la Sabiduría.

Más lejos y por más tiempo no va que nuestra vida sobre el planeta.

Así es finalmente con todo lo que emprendemos.

Luego de un tiempo el impulso decrece y se acaba, como un reloj, como una respiración suspendida que se detiene.

¿También se acaba el centro?

No, él triunfa, por fin. Él se impone.

¿Cómo?

Permaneciendo en la quietud infinita.

Todo lo esencial descansa en el centro, en un centro profundo.

Cuanto más profundo, más quieto, quieto como la plenitud.

¿Cómo llegamos a ese centro? ¿Cómo permanecemos en él?

Cuando se acaban los proyectos, las ilusiones, ya no crecemos ni hacia un lado ni hacia el otro. En el centro ambos lados se acaban y nos acercamos a la muerte, detenemos el viaje de la vida y caemos verticalmente, la nada se vuelve profunda.

¿Cuán profunda?

Permanentemente, eternamente profunda.                                       Tabby   15/7/14
 

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