Por Tabby Cordero
El duelo entre Urano y Plutón que ha desestabilizado al
planeta, nuestras sociedades y nuestras vidas desde 2012, se diluye lentamente
y deja caer sus últimos efectos al final del verano de 2015-2016.
Alteraciones y tomas de conciencia indispensables, a veces a
costa de un precio muy caro, están relacionadas con este fenómeno planetario.
Este difícil tránsito nos ha invitado, ya sea por las buenas o por las malas, a
cambiar nuestros comportamientos, nuestro enfoque del mundo, del ser humano y
de las estructuras profundas que rigen nuestros grandes sistemas, desde lo
político, hasta lo económico pasando por lo religioso. Ahora hay que dejar
lugar para el ciclo de Saturno-Neptuno, que desde la primavera de 2015, influye
en la forma que van a tomar las revoluciones y el sentido profundo que hay que
dar a nuestra evolución.
No hay que cometer el error de equivocarse e irse a lo fácil
en el 2016, sino que hay que superar nuestras diferencias, vencer nuestros
miedos, especialmente los de los demás, y no rendirse ante la amplitud de la
tarea que nos corresponde cumplir. En el 2016 tenemos que tener la cabeza bien
alta para enfrentarnos a lo que venga en vez de resignarnos ante la impotencia.
¿Cuál es el desafió del 2016? Unir nuestras fuerzas, nuestra inteligencia y
nuestros corazones para edificar ante todo tipo de dificultad para adoptar otra
visión del mundo. Habrá que promulgar leyes que garanticen la libertad de cada
uno y el respeto de todos, alejarnos del tumulto y de la confusión de géneros,
de amalgamas y de una cierta sinistrosis ambiente para navegar con confianza y,
sobre todo, ir juntos hacia el cabo de la esperanza.
Para alcanzar nuestro objetivo habrá que contener la tensión
y las posibles implosiones, el mal humor popular relacionado con una crisis que
sacude el edificio social. La falta de perspectivas hunde a la juventud y
alimenta las ideologías fanáticas originadas en la desesperación, por lo que
habrá que hacer un esfuerzo para reconciliar los extremos, volver a pensar
normas susceptibles de unir en vez de dividir, de instruir en vez de poner un
parche rápido y, sobre todo, armarse de paciencia para todo esto.
Se trata de un ciclo lento que va a marcar el carácter del
año. En el 2016 no se trata de forzar las cosas corriendo riesgos, ni imponer
leyes sin una previa concertación. Saturno habla de autoridad pero, si quiere
gobernar sin compartir, el planeta austero se dará de bruces con la potencia de
Neptuno, dios de los océanos y maestro de lo infinito, que arruinará sus
esfuerzos de la misma forma que el mar derrumba un castillo de arena, sin
contemplaciones.
En el 2016 ha llegado la hora de apuntalar sólidamente
nuestras proposiciones y mirar alto, creer en la inspiración y en el amor para
construir juntos un mundo nuevo, actuar para llevar nuestros sueños a la vida
real en solidaridad con los demás y a partir de la sabiduría de los pueblos, y
dejar atrás la ignorancia.
El 2016 nos exige movilizarnos para crecer, madurar y sobre
todo para ser felices. Para ello tenemos que trabajar duro, ignorar las
profecías de infortunio que nos aseguran lo peor. Ha llegado el momento de
concentrarnos en el trabajo que hay que hacer y en las ideas que hay que
promover para abrir un nuevo campo de posibilidades pues, seguramente, este año
de labor nos someterá a una dura prueba de nervios y será decisivo para pasar
al otro lado de la crisis.
El final del año en diciembre debería permitirnos avanzar de
verdad, abrir las escotillas hacia un mundo que nos podría gustar realmente. Se
trata de un asunto que continúa en el 2017 y hay que anticiparse en el 2016
basándose en la unión y no en la fractura, en la paciencia y no en una
tendencia a juzgar y condenar demasiado rápido, abrir el corazón en vez de
mantener la estrechez de miras que nos aleja de lo grandioso del alma.
¿Creer en el amor? Este es el enorme desafío que nos plantea
el 2016 y que nos permitirá pasar de las sombras a la plena luz.
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