Al principio sólo existían las tinieblas y un enorme mar azul. Este mar era completamente pacífico, no tenía ninguna clase de movimiento o vida en él y se le conocía como Nun. Allí se encontraba profundamente dormido Amón-Ra, hasta que un día finalmente despertó, se trataba del dios Sol, había nacido el primer Dios. Amón-Ra no tenía madre ni padre, estaba completamente solo y comenzaba a sentirse un poco aburrido. Por este motivo decidió crear a otros dioses. Es por ello que escupe a Shu, dios del aire y a Tefnut, diosa de la humedad, juntos crean a Gueb, el dios de la tierra y también a la diosa del cielo, quien fue nombrada Nut. Como el gigante océano Nun no desaparece, sino que por el contrario rodea todo el cielo, los dioses sintieron miedo de que éste pudiera inundar la tierra, por ello decidieron representar dicho océano en la forma de lagos sagrados, los cuales se encontrarían a la orilla de los templos. La creación de la humanidad tiene dos leyendas, la primera
Un sitio para acceder al jugoso y sagrado fruto de la conciencia.