LA TELESITA
Cierta vez, en los montes de SANTIAGO DEL ESTERO, habitaba una jovencita Telesfora Castillo, Telesita para quienes la conocían y la querían. Vivía sola, sin que se le conociera familia ni casa donde habitar. Suponían que era muy pobre ya que se presentaba vestida casi en harapos y descalza. Llevaba cantarito de agua sobre su cabeza en algunas oportunidades y en otras un poco de leña.
De tanto en tanto aparecía atraída por los ecos de la música. Amaba la música y la danza, se apartaba del grupo de gente y sola bailaba acompañando los compases de la música, dando golpes sobre su cantarito, bailaba marcando los pasos de la danza con pies tan leves que parecía no tocar la tierra Cuando amanecía y la fiesta llegaba a su fin, todos veían a la Telesita regresar al bosque, hasta que hubiera otra. Cuando se hizo otro baile, Telesita no acudió a la fiesta, todos advirtieron su ausencia. Fue inútil que pusieran la música fuerte, esperando que así viniera.
Todos preocuparon, inquietos y afligidos los hombres salieron a buscarla, internándose en el bosque nocturno. Recién al otro día hallaron su cuerpo sin vida, quemado junto al fogón al que seguramente se arrimaba para pasar la noche
Cierta vez, en los montes de SANTIAGO DEL ESTERO, habitaba una jovencita Telesfora Castillo, Telesita para quienes la conocían y la querían. Vivía sola, sin que se le conociera familia ni casa donde habitar. Suponían que era muy pobre ya que se presentaba vestida casi en harapos y descalza. Llevaba cantarito de agua sobre su cabeza en algunas oportunidades y en otras un poco de leña.
De tanto en tanto aparecía atraída por los ecos de la música. Amaba la música y la danza, se apartaba del grupo de gente y sola bailaba acompañando los compases de la música, dando golpes sobre su cantarito, bailaba marcando los pasos de la danza con pies tan leves que parecía no tocar la tierra Cuando amanecía y la fiesta llegaba a su fin, todos veían a la Telesita regresar al bosque, hasta que hubiera otra. Cuando se hizo otro baile, Telesita no acudió a la fiesta, todos advirtieron su ausencia. Fue inútil que pusieran la música fuerte, esperando que así viniera.
Todos preocuparon, inquietos y afligidos los hombres salieron a buscarla, internándose en el bosque nocturno. Recién al otro día hallaron su cuerpo sin vida, quemado junto al fogón al que seguramente se arrimaba para pasar la noche
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