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Leyenda Urbana 2


La leyenda de las luces del coche:


Hace aproximadamente dos años, viajando en busca de una ciudad entrerriana, un señor muy amable de una estación de servicios, donde me detuve a cargar combustible y a comer alguna cosa, se acercó escudriñando hacia ambos lados, como verificando si estaba sola. Luego de pedirme permiso caballerescamente, se sentó a mi mesa y me advirtió, casi en un susurro, que no me detuviera,
ni hiciera señales de luces a ningún coche solitario y con los faroles apagados que encontrara en la carretera
.  Me aseguró que mi vida correría peligro si lo hacía.


Aboné mi cena a un mozo que me sonreía, dándome a entender que no hiciera caso de lo que el viejo me había
contado, como que era un poco loco.

Al salir, el anciano, que estaba junto a mi coche, puso su mano en mi brazo y agregó un “tenga cuidado”, le aseguré que así lo haría y emprendí el camino hacia Rosario del Tala.

La noche estaba fresca, cerré los vidrios y puse un CD de Tarragó Ross, como para ir entrando en clima. Atrás quedaban las luces de Nogoyá. La ruta 39 aparecía solitaria y tranquila después de la ajetreada tarde del estío. El campo bullía de luciérnagas y la brisa agradable prometía un sueño reparador a sus
habitantes.
A lo lejos apareció un bosquecillo y sonreí recordando que de niña preguntaba si este también tendría a su Caperucita Roja. Al rebasarlo vi un auto antiguo que avanzaba hacia mí en total oscuridad. Olvidando la advertencia recibida, y casi como un acto reflejo, le hice señas de luces para advertirle que las encendiera. En el mismo momento recordé al viejo de la parada y apreté el acelerador a fondo.

Cuando nos cruzamos pude distinguir cuatro sombras en su interior. Seguidamente escuché el chirrido de unos frenos y pude ver, por el espejo retrovisor que el cascajo giraba en una cerrada u.

Con un corazón enloquecido me aferré al volante y avancé como una saeta devorando kilómetros angustiantes.

Vi señales de estar entrando en una zona suburbana, un paredón blanco se alzó ante mí  y lo único que recuerdo es el estallido del auto al estrellarse contra el portón de chapas al que enderecé sin detenerme.

Luego el crepitar de las llamas y las cuatro sombras, entre ellas, avanzando lentamente.

Tabby   17/07/14

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